El viejo y el mar

Luego virará y se lo tragará… Cuando Santiago, un viejo pescador que tenía los ojos del color mismo del mar, en plena lucha contra uno de los peces de su vida, pensó esto, no lo dijo en voz alta porque sabía que cuando uno dice en voz alta algo bueno, probablemente no suceda. ¿Cuántas veces y en qué momentos nos hemos dicho esto cada uno de nosotros? Cuando esperamos a que ocurra lo soñado, lo luchado, lo esperado con la ansiedad de un niño la noche de Reyes; en esos momentos, la mayoría de nosotros hemos pensado de forma semejante al viejo Santiago.

Hay una fe que reside nada más en las entrañas de los niños y los viejos, igual que hay momentos de nuestra vida en los que somos viejos pescadores dispuestos a plantar cara a nuestro destino y a luchar contra la pieza de nuestra vida en un combate en el que sólo nuestro tesón y una fuerza, desconocida hasta entonces, surgida del fondo de nuestro ser, nos empuja a seguir luchando, porque la recompensa va a merecer la pena. Las fuerzas de un niño y un viejo unidas podrían ser invencibles. Pero resulta que el niño ya no puede acompañar al viejo y es éste el que tiene que enfrentarse en soledad. No olvidemos que se trata del pez de nuestra vida, ese que hemos salido a buscar decididamente y por encima de todo y que, gracias a esta valiente decisión, hemos visto cómo se presentaba ante nuestros ojos – ahora también del color del mismo mar – haciéndonos comprender que debemos darlo todo, incluso esa parte de nuestra personalidad que perdimos hace tiempo y que creíamos desaparecida para siempre. Es en esos momentos cuando descubrimos que aquello de querer es poder se convierte en una realidad.

Vivir en nuestro interior la pelea de un viejo pescador que, tras 84 días seguidos sin pescar un solo pez, se lanza a la penúltima aventura de su vida con una fe ciega en su futuro éxito y leer paso a paso su lucha, con tal detalle que parece que lo vivimos, que nos duelen nuestras propias manos y sentimos también el calambre en la espalda, hace que El viejo y el mar de Ernest Hemingway supere con creces a la mayoría de libros de autoayuda que en el mundo han sido. Una primera lección que debemos grabarnos a fuego es aquella que nos dicta la razón cuando somos capaces de aprovechar nuestras fortalezas al cien por cien, sabiendo que aquello contra lo que luchamos no podrá jamás superarlas…

…Pero, a Dios gracias, los peces no son tan inteligentes como los que los matamos, aunque son más nobles y más hábiles…

Y, por fin lo logra. ¡Llega su gran momento! La pelea ha terminado y lo que queda ya es pan comido. No es un sueño; la creencia en el poder de uno mismo es la mejor arma para llegar a alcanzar los sueños. Pero, como dice el viejo Santiago, nada es fácil.

Cuando crees que has alcanzado el anhelo más increíble de tu vida, en el camino de vuelta te encuentras con otro obstáculo más grande. Aún así, te quedan fuerzas para pensar y seguir creyendo…

… Pero el hombre no está hecho para la derrota – dijo -. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.

Puedes luchar contra los obstáculos utilizando tu inteligencia y tu sabiduría, pero no puedes luchar contra la fuerza bruta de aquellos que vendrán a arrebatarte lo que es tuyo, simplemente porque son más y más fuertes que tú; sin embargo siempre deberás tener presente una certeza, aquella que te hará creer que hay una victoria más allá de la que tú veías como la más grande. Una victoria que tu lucha te trae en bandeja y que ni en tus más profundos sueños podrías haber imaginado. De nuevo el niño aparece, noble y limpio de pensamientos que puedan distorsionar la alegría de ser él mismo el que lleve al viejo la gran noticia inesperada.

Libros de autoayuda hay muchos y muy buenos, sí, pero ninguno como El viejo y el mar de Hernest Hemingway.

Imagen: El viejo y el mar

22/ Feb/2020

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