Fue entonces cuando supe que estaría junto a mí toda la vida. Yo era bastante joven, casi adolescente y todo ocurrió justo el mismo día en el que mi hermana volvió de Londres, mi madre terminó su libro y padre me regaló un PC, con monitor VGA y 40 Mb de capacidad – todo un lujo entonces. En cuanto a ella, resultó ser enigmática y complicada, muy inteligente y de una belleza un tanto particular, de esas que gustan o no, pero que no tienen término medio. Era algo mayor que yo; tan sólo unos años, pero mayor, y a mi me costaba un poco comprenderla, pero me había hipnotizado y me tenía a su merced. El tiempo pasó, ella poniéndome a prueba, yo persiguiéndola, pero siempre acabábamos igual… Había momentos en los que decidí abandonar, pero cuando iba a hacerlo, de repente ella ofrecía una salida. Y así – como os cuento – iban pasando los días, los meses, los años. Y según pasaba el tiempo, yo iba conociéndola mejor y ella me hacía la vida más fácil. Fue entonces cuando comenzamos a trabajar juntos. Decidimos que ambos llegaríamos a hacer grandes cosas, pusimos mucho empeño en definir grandes proyectos y analizamos detenidamente lo que queríamos. Y estaba claro: queríamos trabajar en el sector hotelero. Los dos. Juntos. Así fue, y así crecimos el uno junto al otro, con nuestras vidas ya perfectamente intercaladas, buscando objetivos comunes y comprendiendo que era inútil intentar estar el uno sin el otro. Fue entonces cuando la concebimos. Y fue allí mismo también, en el hotel en el que nos íbamos desarrollando profesionalmente. Recuerdo como fuimos educándola y contribuyendo a su desarrollo dándole el empuje suficiente para que llegara a ser una triunfadora. Al principio íbamos con ella con bastante tiento y con poco rumbo – éramos unos principiantes, como todos -. A la vez que seguíamos invirtiendo mucho tiempo – nunca es suficiente – en su educación y progreso, fuimos logrando varias fuentes de ingresos de tal forma que teníamos acceso a ellas sin tener que salir de nuestro entorno. Logramos juntos muchos clientes. Tantos que tuvimos que diversificar las acciones comerciales y valorar a todas esas fuentes de ingresos de forma que iríamos prestando mayor atención a aquellos más importantes en una escala ABCD (que es lo que dice que hay que hacer cualquier consultoría que se precie). Mientras, nuestro mayor logro, aquello que era parte ya de nuestras vidas, seguía educándose y creciendo. Estaba claro, había que ponerla en lo más alto de la lista. Fue entonces cuando descubrimos que también ella podía contribuir en todo aquel entramado Y así lo decidimos. Ya estaba educada, era una preciosidad, y tan sólo faltaba presentarla en sociedad. Entonces nos dimos cuenta de que para hacerlo necesitábamos esa “sociedad” y que no sabíamos cómo conseguirla. Sabíamos de otras que se habían presentado con cierto éxito y pusimos todo nuestro empeño en estudiar cómo lo habían hecho otros. Con el paso del tiempo y tras mucho análisis, tiempo y paciencia, sobre todo paciencia, fuimos introduciéndola en los círculos adecuados hasta que, casi sin darnos cuenta, se convirtió en el mejor escaparate y la mejor fuente de ingresos para nuestra empresa. Fue entonces cuando agradecí de todo corazón que mi padre me regalara aquel día ese PC con monitor VGA y 40 Mb de capacidad, el cual me permitió conocerla a ella; la tecnología. La nueva tecnología, esa que tantos quebraderos de cabeza me dio hasta que logré llegar a comprenderla, al menos un poco, y con la que logré concebir esa maravillosa y perfecta página Web, que, tras presentarla en sociedad logró reportarnos los mayores ingresos. Fue entonces, por fin, cuando comprendí que mi propia página Web era mi mejor cliente.Este post lo he publicado en la Comunidad Hosteltur para un concurso que se ha organizado bajo el lema «Cuéntame», y cuyo objeto es relatar experiencias o casos en los que se de protagonismo a las nuevas tecnologías y cómo han cambiado nuestras vidas.
Espero que os guste.