Mirad lo que le ha pasado a un amigo que creyó que Internet, las Redes Sociales y todo lo que ello conlleva eran pan comido. Os dejo aquí su historia, tal y como él me la ha contado:

Hoy estoy triste, muy triste y abatido, porque hace tiempo creí que tenía en mi poder a la Gallina de los Huevos de Oro. Ya sabéis, esa gallina que era propiedad de un granjero y su esposa se encuentran con que pone huevos de oro. Pero no contentos con esperar a la puesta de la gallina, deciden matarla pensando que tiene una mina en su interior. Cuando descubren que no es así, caen en la cuenta de que mejor les hubiera valido conservar lo que tenían. A mi me pasó parecido, pues cuando quiese abrir en canal a la gallina, no es que no encontrara nada allí, pues si encontré la Caja de Pandora del Marketing online. La caja de Pandora, en la mitología griega, era un recipiente al que tradiciones más modernas han llamado «caja», aunque se tratase más seguramente de una ánfora o una jarra. Según el mito este recipiente contenía todos los males que aquejaban a la humanidad y, en mi caso, contenía todos los males que aquejaban al Marketing Online en general y a las Redes Sociales en particular.

Ante todo me vais a permitir y a perdonar si flaqueo o me tiembla la voz, porque se me hace muy difícil contar lo que voy a contaros y os pido vuestra ayuda y comprensión. Ayuda y comprensión, porque voy a gritar ante vosotros que me equivoqué, y que permanecí mucho tiempo obstinado en mi error.

Ayer, por fin, tuve mi primera terapia de grupo en la APAWCI – “Asociación de Propietarios Anónimos de Webs Corporativas Inservibles”-. Reconozco que me costó dar ese paso, porque me negaba a reconocer mi equivocación, me negaba a reconocer que yo, el más competente y aguerrido luchador del mercado había caído en un pozo sin fondo en el que me pasaba gran parte del tiempo justificando el por qué de mis acciones. Ahora soy consciente de la carga que tengo que soportar y busco ayuda para poder salir de este agujero negro en el que me encuentro.

El caso es que hace años yo era un hacha en marketing, promoción, branding,…Todas las campañas y demás acciones que se me ocurrían y que ponía en funcionamiento eran un éxito. ¡Ay, las vallas publicitarias de carretera!… Ese era mi punto fuerte. Y cómo me lo pasaba imaginando y montando las cuñas de radio. ¡Era el rey de la dotación presupuestaria! ¡Tenía más presupuesto para mí que el resto de departamentos juntos! Pero lo convertía todo, con un ROI digno de los campeones…

Todo marchaba sobre ruedas… Hasta que la maldita “arroba” entró en mi vida. Al principio lo tomé como una nueva oportunidad, un reto, pero – por otro lado – me daba pereza. ¿O era otra cosa?.  Esa especie de sensación que llamamos pereza erróneamente, pero que realmente se llama “miedo a lo desconocido”, desconfianza por no saber… ¿procastinacion lo llaman?… Lo fui dejando para más tarde, un día tras otro. Mientras lo dejaba ir pasando, mirándolo de reojo y haciendo como que la cosa no iba conmigo. Si embargo muy a menudo escuchaba en la radio, leía en los periódicos y veía en la TV cómo cada vez más empresas iban incorporando las “www” en sus referencias de contacto. Tanto fue así que un día dejé de esconderlo y pensé que era el momento.


Fue entonces cuando inicié los procesos adecuados para presentar la primera página web de mi hotel. Era tan divertido como hacer una valla publicitaria para la A-2 , o la A-6, pero un poco más a lo grande. Como no sabía quién podía hacerla, o mejor, como no estaba dispuesto a gastar mucho dinero, decidí que la hiciera un primo mío que era un poco frki y que estaba enteradillo de todo eso de Internet. Además así se ganaba unos eurillos. Total, tampoco era algo en lo que yo creyera mucho, pero había que estar ahí. Todo el mundo estaba y yo no iba a ser menos.

Esa fue la primera. Algo más de un año después vi que mi página Web – a la que no había entrado más que al principio por aquello de la novedad y demás – no era la más bonita, sobre todo si la comparábamos con las de otros. A partir de ese momento comenzó una cruzada de diseños, versiones, bocetos,… que derivaron luego en fotos profesionales – ¡una pasta! – , vídeos, filigranas en algo que llaman “Flash”. A partir de la primera sacamos 2 versiones más de la web y me dejé en ellas la mitad del presupuesto que tenía designado.


El caso es que, claro, yo no tenía ni idea y me topé con una serie de supuestos profesionales que me hicieron la del tocomocho, pero en versión digital. Mas no me importaba mucho, porque, ¡por fin tenía una web como era debido!. Ya tenía lo que quería, ya podía poner mis “www” con toda la diligencia y orgullo del mundo. Eran las mías y podía ponerlas en mis vallas, decirlas por la radio, plantarlas en la TV. ¡Qué bien!. ¡Mi página web salía por todos los lados!… 

…Por todos los lados no, salía en cualquier sitio, excepto por el que de verdad tenía que salir… 

…GOOGLE.

Este último golpe fue el remate de todo. Este golpe fue el que me hundió irremediablemente y el que arruinó todas mis expectativas, arrastrando mi reputación de afamado marketiniano. Había centrado casi todos mis esfuerzos en ese nuevo canal y las ventas se habían quedado igual (sin subir ni bajar) los dos años de mi vida que había dedicado a la innombrable web del demonio no habían servido para nada. Creé un magnífico escaparate, mejor que cualquier valla publicitaria; su nombre precedido de las tres «W» salió en todas las emisoras de radio, folletos, prensa, TV y cualquier otro medio que se os pueda ocurrir. Siempre me he movido como pez en el agua en esos medios.

Todo para nada. Lo que he tenido que sufrir y nada…todo es nada para lo que me queda todavía. Así que aquí me encuentro, triste y deprimido, con mi estima por los suelos, esperando a ver si en estas terapias de grupo encuentro una salida, o un ángel que me vaya guiando para salir de la cueva, de la oscura cueva en la que me he perdido.

En fin, espero un final feliz en todo esto, ya que he dado el primer paso; ese difícil paso que sólo dan los valientes. Hoy os he hablado y he reconocido mi error. Ahora está en mi mano arreglarlo y volver a brillar como antes, pero ahora en este – para mi – nuevo mundo.