Sueños de la Razón en su Semanal de anotaciones, enlaza una fábula cuyo autor, originalmente, la enfoca como una crítica a la administración educativa. Yo intento darle una vuelta de tuerca y la extrapolo a una de las realidades empresariales, a una de las realidades hoteleras, sobre todo ahora, en tiempo de despidos.

La copio literalmente, pero bien podría cambiarse «escuela» por «empresa».

Una vez, los animales decidieron que tenían que hacer algo heroico para solucionar los problemas de un “nuevo mundo”, de modo que organizaron una escuela. Adaptaron un currículo de actividades consistente en correr, trepar, nadar y volar. Para facilitar la administración todos los animales cursaban todas las materias.

El pato era excelente en natación, mejor incluso que su instructor, y obtuvo muy buenas notas en vuelo, pero pobres en carrera. Con el objeto de mejorar en este aspecto tenía que quedarse a practicar después de clase, e incluso abandonó la natación. Esto duró hasta que se le lastimaron sus patas de palmípedo y se convirtió en un nadador mediano. Pero el promedio era aceptable en la escuela, de modo que nadie se preocupó, salvo el pato.
El conejo empezó a la cabeza de la clase de carrera; sin embargo tuvo un colapso nervioso como consecuencia del tiempo que debía dedicar a la práctica de la natación.
La ardilla trepaba muy bien hasta que comenzó a sentirse frustrada en la clase de vuelo en la que el maestro le hacía partir del suelo en lugar de permitirle bajar desde la copa del árbol. También sufrió muchos calambres como consecuencia del excesivo esfuerzo y le pusieron apenas un suficiente en trepar y un insuficiente en correr.
«El águila era una alumna problemática y fue severamente castigada. En la clase de trepar llegaba a la cima del árbol antes que todos los otros, pero insistía en hacerlo a su manera.
Al final del año, una anguila anormal, que nadaba muy bien, también corría, trepaba y nadaba un poco, tenía el promedio más alto de la escuela y le correspondió pronunciar el discurso de despedida.
Los perros de la pradera quedaron fuera de la escuela y cuestionaron por qué la administración no incluyó en el currículo las materias de cavar y construir madrigueras. Pusieron a sus cachorros a aprender con el tejón, y más tarde se unieron a marmotas y topos para inaugurar una escuela privada de gran éxito.»

La fábula da para diversas interpretaciones, pero yo me quedo con esta:

Una mala organización y un empeño en hacer las cosas con una sóla directriz, acaba con la motivación, la profesionalidad y el talento. Alguien tendría que contarnos algo más de los perros de la pradera, pero me temo que la historia termina ahí.