Empleados de hoteles (IV). El empleado «maniquí»

Empleados de hoteles (IV). El empleado «maniquí»

Hola, amigos.

Detecté, ya hace tiempo, mientras observaba a un empleado mendigo, que tenía ciertas diferencias con el resto. Diferencias en cuanto al objeto de mendicidad que perseguía. Este personaje no mendigaba trabajo, sino algo de verdad execrable: mendigaba apariencia. Pero vamos por partes a ver si consigo transmitir la imagen.
Este tipo de empleado aparece en la empresa un buen día en el que se necesita urgentemente cubrir un puesto, generalmente de mando intermedio, y hay que echar mano de alguien que, dentro de lo malo, es lo mejor que se puede encontrar. Así, y gracias a que el hotel funciona de forma más que aceptable, esté él o no (esto es importante), el empleado maniquí se va haciendo su hueco, casi sin querer, sin esfuerzo y a fuerza de costumbre. Pero, repito, es que el hotel funciona igual tanto si está este empleado como si no está. Esto es así porque los colaboradores (perdón, subordinados) que tiene son profesionales, trabajadores y, todo sea dicho, le sacan las castañas del fuego porque creen que es su obligación.
Bien, todos podríamos pensar que hasta aquí nada se sale de lo normal. Si este empleado dirige un area operativa del hotel, efectivamente los miembros de su equipo trabajan y sacan adelante el departamento, como operarios que son. Pero el trabajo que debería desarrollar este «jefe», que no es otro que organizar su departamento o area, formar a sus colaboradores, que para eso se le supone más docto en las tareas propias del mismo, transmitir su experiencia, aportar ideas frescas y mejorar día a día, brilla por su ausencia. Simplemente porque las cosas funcionan con él igual que sin él.
Pero pasan los meses, y los años y cada vez está más enraizado. Como no es un ejemplo de buen gestor y organizador, pero es bastante listo – que no inteligente – se agarra con uñas y dientes a dos o tres tareas relacionadas con asuntos delicados para la dirección o la propiedad, aportando grandes dosis de horadez y ganándose la confianza de las altas esferas. Si la propiedad y la dirección son desconfiadas, se acostumbran a que esta persona es de fiar, van aumentando la confianza en él de forma que, pasado un tiempo, no son capaces de sustituirlo por otro.

Así que se ha ganado su puesto de una forma sencilla y libre de presiones, con tareas que poco tienen que ver con las que debería desempeñar. Una vez tiene el puesto con su nombre grabado se dedica a pasearse por el hotel, aparentando estar muy liado y permanece allí un número de horas inusual (12 ó 14), intentando propagar la idea de que si no está él eso no marcha. Y, siempre repeinad@, como de peluquería, sin que se le mueva ni un pelo, ni se le desplace la camisa un solo milímetro (yo esto nunca lo he entendido. Deben llevarla cosida a la ropa interior).

Por cierto, uno de los hechos que le caracterizan es que nunca tiene la culpa de nada. Si algo sale mal, si hay fallos en la operativa de su area, nunca tiene la culpa. Normalmente le hecha la culpa a otro departamento. Y lo hace con unos gestos y un tono de voz que emana credibilidad por todos los poros. Y si se ve acorralado, descubriéndose que el otro departamento lo hizo bien, entonces recula, pero rápidamente encuentra al culpable absoluto, dentro de su propio departamento, llegando , incluso a su despido. Y sale airoso, siempre sale airoso.
En fin aquí dejo estas pinceladas sobre otro tipo de empleado que debería erradicarse cuanto antes.

Os dejo también la relación de empleados de hoteles que van componiendo esta serie:
I El empleado «tóxico» (por Juan Sobejano). No me atribuyo su descubrimiento, pero es que me hace falta. (Con tu permiso, Juan). Desde aquí recomiendo, de paso, la ramificación que ha hecho del mismo

Eso es todo, aunque os anticipo que cuando termine la serie, voy a hacer un cocktail con todos ellos , voy a describir un procedimiento de principio a fin introduciendo a todos ellos, para que veáis que todo encaja, que, a pesar de estos empleados, todo puede funcionar, pues se complementan los unos con los otros.
Una pena…, de verdad que es una pena.
Hasta la próxima,
Rafael
Empleados de Hotel (III). El empleado «mendigo»

Empleados de Hotel (III). El empleado «mendigo»

Hola, amigos,

hace unos días leí la entrada de Juan Sobejano sobre el empleado tóxico, y me dio la idea de hacer una serie, la que comienzo con este post la segunda variedad, tras la definición del empleado integrador.

Quiero referirme en esta ocasión al empleado «mendigo».

En muchos hoteles existe la figura de un trabajador que, siendo muy válido y con valores profesionales reconocibles están exageradamente desaprovechados, hasta el punto que el tal «mendigo» pasa las horas muertas, sin saber qué hacer. Tal es su ociosidad que, en muchas ocasiones se dedica a pasearse por los departamentos del hotel para ver si puede cazar alguna tarea que echarse a los brazos. Y claro, las encuentra, y las realiza, corriendo el riesgo de convertirse en empleado inegrador, lo cual, a mi entender, es mucho peor.

Cuando está falto de «alimento laboral», echa a volar su imaginación y comienza a realizar tareas extremadamente complicadas, pero que, como tiene todo el tiempo del mundo, acaba por terminar y guardar en el cajón de los olvidos. Este cajón, dicho sea de paso, es una fuente de conocimiento enorme, que va enterrándose poco a poco y nunca será descubierta. No será descubierta porque el empleado mendigo, que es el artífice de toda esa documentación, no está por la labor de mostrársela a nadie. Está, lógicamente, desmotivado y dolido, aunque acomodado, enraizado en «su hotel», bien pagado y considerado, por un simple par de estudios propios sacados a la luz.

Quizá algún día pase por allí un «directivo transeunte» y le saque de su miseria laboral. Si, es posible.

Este es un empleado mendigo, pero también lo hay de otro tipo:

Otro tipo de mendigo es aquel que tiene la misma ociosidad que el anterior, pero no le importa, es más, le gusta. Sin embargo aparenta todo lo contrario. Tiene tal capacidad de abstracción que es capaz de permanecer catorce horas en su puesto, con tal de aparentar que es el que más trabaja. Pero este no mendiga tareas, sino apariencia e imagen.

La verdad es que podríamos considerarlo una transición entre el empleado mendigo puro y el empleado «maniquí», que, como podréis imaginar será el siguiente en esta serie. Pero eso será otro día.

Hasta la próxima,

Rafael Martínez.
Empleados de Hotel (II).El empleado «Integrador». Un obstáculo difícil de sortear.

Empleados de Hotel (II).El empleado «Integrador». Un obstáculo difícil de sortear.

Hola, amigos.

En las empresas en general y en los hoteles en particular existe una figura entre los empleados que, a pesar de su buen hacer y buena voluntad, puede resultar una lacra en la organización, que, además, suele pasar desapercibida. Es el Integrador.

Esta persona trabaja bien y no sólo no tiene mala voluntad en su trabajo, sino, más bien al contrario, ejerce un exceso de buena voluntad. Parece que estamos describiendo a una suerte de empleado perfecto. Pero nada más lejos de la realidad. El problema está en la gran capacidad de absorción de tareas que tiene. Y esto no sería un problema en si a no se porque gran parte de esas tareas no le corresponden, sin embargo las realiza.

Si existe una descripción de tareas por departamento cada uno tiene que hacer lo que le corresponde, porque si no el engranaje no funciona correctamente. Así llegamos a situaciones del tipo:
– Esto no está hecho. Hay que cuadrar la caja.
– No te preocupes, que mañana llega fulanito y lo hace él.
– Y ¿lo hace él?. Ah!, muy bien, entonces no lo vamos a hacer dos veces.
Y quien de verdad tiene que cuadrar la caja no lo hace, ni lo hará nunca.
Este es un ejemplo muy básico de lo que quiero indicar, pero hay muchos más. Un empleado integrador no deja que los demás hagan lo que tienen que hacer, el resto se relaja y confía plenamente en que la cosa estrá lista, porque hay uno que lo hace por ellos. Y además lo hace bien.
Así va asumiendo tareas que no le corresponden y rompe con la cadena natural de funcionamiento interno del hotel, provocando cierta pasividad en muchos de los otros empleados, con lo cual perdemos la posibilidad de sentirnos agusto con nuestra labor realizda, de sentirnos útiles a la organización. Y algunos llegan a plantearse qué es realmente lo que tienen que hacer y caen en una rutina en la que siempre está presente el elemento integrador.
Pero lo peor de todo esto es que esas sensaciones y toda esta desorganización no es visible, puesto que, como las cosas van saliendo, nadie sospecha nada de lo que stá ocuriendo. Y encima, el pobre integrador se empieza a cargar de responsabilidades ajenas hasta el punto de que, si un día no hace algo, aunque sea labor de otro, se lo echarán en cara.
Volvemos a lo mismo de siempre.
– Jobs descriptions claros
– Manual de procedimientos por departamento
– Control de los procedimientos
– Calidad interna
– …
Hemos de tener cuidado con esto, pues lejos de ser beneficioso (que lo es en apariencia), acaba siendo my dañino y, en algunos casos, puede llevar al caos de una parte de algunos departamentos del hotel.
Hasta la próxima.
Rafael Martínez