Se habla mucho de la nueva generación que viene pisando los talones y que, al parecer, va a dejar mudos, sordos y cojos a un alto porcentaje de los que actualmente estamos en el momento álgido de nuestra vida laboral. ¡Pues qué pena!. Tantos años luchando, pegándonos con nuestras ideas y las ideas de nuestros superiores, queriendo hacer cosas y progresando a base de aprendizaje y almacén de conocimiento.

Los inmigrantes digitales, como así estamos catalogados en este mundo cibernético estábamos, hace 20 años unos pasos por detrás si nos comparamos con cómo están los que ahora tienen entre 15 y 20 años: los nativos digitales. No voy a entrar a definir lo que está ya más que definido, no voy a enrollarme en conceptos más que mascados. Si alguno aún no sabe de qué hablo puede entrar en este enlace, o en alguno similar, en el que se define la clasificación humana a la que me estoy refiriendo. Incluso, para los más estudiosos, hay un blog dedicado en exclusiva a esta generación.
Y para entenderlo, como anécdota, un artículo del brillante Juan Cueto en El País. Creo que con todo esto es suficiente para encuadrarlo.

Pero a lo que yo voy es a otra cosa. Es, por supuesto, dignísimo de tener en cuenta el hecho de que viene una generación por detrás y que pisa fuerte. Y si no fuera así, apañados íbamos. Pero tampoco debemos magnificar, pues les queda un buen trecho que recorrer y pueden caer en unos peligros educacionales y cognoscitivos que ni se imaginan. Saben manejar la tecnología bastante mejor que la mayoría de nosotros (generación anterior), pero

¿para qué?

En esta pregunta está una de las claves. Me da pie a hacer una llamada de atención al entorno educativo de los nativos digitales, y me refiero a centros de enseñanza y profesores, lógicamente.

Hoy en día, como decía, manejan muy bien la tecnología, pero no saben cómo canalizar esa capacidad que tienen, la cual, por otra parte, no han obtenido por méritos propios, sino más bien porque les ha tocado nacer en una era en la que la conversación y la inteligencia colectiva se imponen. Pero están a su libre albedrío ( a su p. bola, como dirían muchos). Esto no es lo más apropiado.

Necesitamos entonces:

– Educadores que sean capaces de hablar su idioma. Me da la impresión de que esta generación no consigue hacerse entender con la anterior. Y no es un problema síquico, moral o social (éste siempre ha existido entre generaciones), sino un problema sintáctico y semántico en cuanto a la forma de hablar. Un problema conceptual del día a día. Y ellos tienen la llave, pero pocos hay que puedan abrirles la puerta adecuada.
– Entornos que les ayuden a saber encontrar la información que realmente es importante. La lectura diagonal de los textos (que es la técnica que emplean), les hace perderse la posibilidad de obtener un conocimiento precioso. ¿Es culpa suya?. A medias. Si van de sobrados, vamos a darles los textos de forma que les enganchen desde el principio y les obliguen a leer en horizontal.
– Comprensión y asimilación de lo que significa la multitarea, por parte de los que tenemos que escucharles, sin intentar imponer nuestro sistema de concentración unidireccional. Ellos tienen capacidad de actuar en varios frentes a la vez. Es una cuestión de que nosotros lo asumamos como posible.
– También, por qué no, hacerles comprender que no son más inteligentes que nadie y que no han llegado a desarrollar estas capacidades (como he dicho antes) por méritos propios. Enseñarles, pues, a conocer el sentimiento de seguridad que da la consecución de una meta.

Tenemos una mina ahí, si, pero como no consigamos ponernos a su altura tecnológica, no vamos a conseguir que ellos lleguen a nuestra altura en cuanto a síntesis y capacidad de obtención de conocimiento útil.

Es verdad que son los nativos digitales – gran título – que la inteligencia crece de generación en generación (en términos absolutos), que cuando llegue su momento, puede ser absolutamente revolucionario en todos los ámbitos empresariales y laborales, pero esto a de ser con la ayuda y la participación de nosotros, la generación anterior. Así que hemos de ponernos las pilas, pensando en nosotros, en ellos y en lo que nos viene… Y es que si no, puede no resultar tan bonito como parece. No se puede vaticinar como desastre, pero una falta de organización y de conocimiento específico de las cosas como base del futuro es un mal boceto.

Están ahí a las puertas, pero, de momento, sin nosotros, no los veo avanzar en la dirección adecuada. Nosotros, por nuestra parte muy mal haremos si no aprovechamos la oportunidad que se nos está presentando con ellos.