Tenía ganas de dar mi enhorabuena de forma pública (ya lo hice de forma particular) a Albert Barra por su nueva singladura profesional, pero no me apetecía caer en expresiones tipo: «Te felicito, que tengas mucha suerte…», así sin más.

Resulta, entonces, que hoy he leído una entrada en un blog que recomiendo desde ya y cuya edición corresponde a Antonio García Fuentes (al que podéis leer también en su página Web), en el que me he encontrado con una historia que me viene al pelo para felicitar a Albert y, de paso, lanzar un llamamiento a todos los que no se atreven a dar el paso. El relato cuenta algo así como que…

«…de pequeño, cierto día, acudió un niño al circo, observó con atención al majestuoso elefante, con las patas tan robustas como troncos de árboles, cómo movía toda la masa de su cuerpo dejando del todo claro que podría ser capaz de derribar un muro, o arrancar un árbol con su fuerza. Al final de la función, el niño observó atónito cómo el elefante permanecía tranquilamente atado, con su robusta pata abrazada por una argolla, de donde salía una cadena que, a su vez estaba atada una estaca clavada apenas unos centímetros en el suelo. Era obvio que el animal no debería tener ningún problema en arrancar la estaca y salir zumbando, más aún cuando minutos antes había dejado claro que era capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza descomunal. Entonces, el niño se preguntó ¿por qué permanece ahí?, ¿por qué no huye?…
La respuesta natural que le dieron fue:

– Porque está amaestrado.

– Y si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?…

Y así se quedó el niño sin respuesta al «misterio del elefante», hasta que, años después, por suerte, descubrió que alguien había sido lo suficiéntemente sabio como para encontrar la respuesta:

– El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño.

El pobre elefante, ante la costumbre, estaba absolutamente resignado, hasta tal punto que creía que era su estado natural, y estaba convencido de que, aunque quisiese, nunca podría arrancar la estaca que lo sujetaba a ese lugar.»

Todos, incluidos los elefantes, tenemos capacidad para cambiar las cosas, para arrancar la estaca y lanzarnos, dando un vuelco a nuestra vida profesional, tal y como ha hecho Albert. Por eso yo le felicito por la valentía y la determinación que ha tenido al lanzarse a esta aventura que, a buen seguro, será exitosa.

Y animo a todo el que se encuentre resignado a que rompa su atadura y asome la cabeza por ahí, donde encontrará más de un camino y logrará su pequeña victoria.

¿No merece la pena?