Ya estoy de vuelta. Tras tres semanas de vacaciones en las que mi vida online ha sido bastante exigua, es hora de volver y retomar los hábitos que tenía casi un mes atrás. Y aquí estoy. Las tres semanas anteriores a este post, las he pasado en Peñíscola, en Barcelona y en mi casa, con los míos, leyendo muchos libros (en papel). He leído: La elegancia del erizo; Ella, que todo lo tuvo; El fuego, y la archi-mediática trilogía de Lisbeth Salander (perdón, de Stieg Larsson) J. Si, yo si he leído a Larsson, a pesar del machaqueo constante en los medios. Pero este no es un blog de literatura, sin de hoteles, marketing y 2.0, así que, para cumplir con el asunto, os diré que estuve una semana en Peñíscola (Castellón). Ya había estado antes, pero esta vez no fue tan de mi agrado como en otras ocasiones. El motivo fue el lugar de alojamiento que elegimos. En lugar de un hotel decidimos ir a un aparthotel , concretamente el Acualandia. Un error. Volveremos a Peñíscola, pero no a ese alojamiento. Lo peor fue la comida, representada por un buffet que dejaba mucho que desear en cuanto a variedad y a calidad (¿cómo puede no estar buena una paella en Levante?). Además no tenía piscina, cosa que pasamos por alto al reservar (culpa nuestra el haberlo dado por hecho). Lo bueno, el personal, muy correcto y a la altura de las circunstancias. Pero, si queréis hacerme caso, no os alojéis nunca en el Acualandia de Peñíscola, a no ser que le den varias vueltas a estos aspectos que os comento mucho las cosas. Como contraste, después de Peñíscola, estuvimos en Barcelona. ¡Gran ciudad!, muy agradable, bella y fácil de visitar. En fin, Barcelona, una ciudad para vivir, sin duda, con una gran calidad de vida. Quizá también mi sensación esté condicionada por el hecho de la gran atención, buen servicio y excepcional entorno que tuve la oportunidad de experimentar gracias al Hotel Condado, un buen hotel en Barcelona. Me alojé allí sin conocerlo, porque Ignasi Casellas, su director (y autor de un interesante blog) me lo ofreció. Y no me arrepiento ni lo más mínimo y eso sin entrar en las en las condiciones especiales que me ofreció Ignasi, y al que le debo una. El Hotel Condado, es un hotel pequeño, decorado con un gusto exquisito y cuyo personal funciona de forma perfecta. Los que allí trabajan siempre están para cualquier cosa. No hay que buscarlos en ningún momento. El buffet de desayunos sorprende por la gran variedad de productos que ofrece, organizados de una forma milimetrada, y de una calidad difícil de superar (los cruasanes son de auténtico lujo). Y las habitaciones a la altura de lo que os cuento, con minibar gratuito en los pasillos. Además está situado en pleno centro de Barcelona. En fin, si vais a Barcelona, no lo dudéis, y alojaros en el Hotel Condado, si no está lleno, cosa que, dada su calidad, me temo que será lo más habitual. ¡Ah, es un hotel de los que ofrece Wifi gratis!
Y, nada más. Esta es mi crónica, que reflejo en este post vacacional (¡uy!, qué doble sentido me ha salido sin pensarlo). Hala, ya está. Y ahora, ya que esto va de contrastes “al tajo”. ¡Con lo bien que se está de vacaciones!. En fin, tampoco podemos quejarnos de nuestro trabajo.