Shakespeare, en una de sus obras maestras – Hamlet – pone en boca del soldado Marcelo una célebre frase: «Algo huele a podrido en Dinamarca». Y, ¿a qué viene esto?. Veamos:

Una empresa, según mi opinión, es, fundamentalmente una serie de objetivos perseguidos, de forma conjunta, común y colaborativa, por todas las personas que integran un colectivo que es, precisamente, el que se verá afectado por el logro o no de dichos objetivos. Después podrán ser catalogadas como con ánimo de lucro o sin él, y dentro de las primeras habrá quien se lucre más y quien se lucre menos.

Spanair es una empresa que se ha dedicado hasta la fecha al transporte de pasajeros en avión y que el pasado 20 de agosto protagonizó una de las mayores catástrofes aéreas ocurridas en España. Por circunstancias he tenido cierto contacto con algunos de ellos, así como con más de 200 voluntarios que han estado con los familiares desde el principio. No pretendo ni quiero contar detalles de las desgracias que he ido recogiendo en mi cabeza durante un par de días. Quiero hablar de la otra parte, de Spanair en toda su extensión.

Creo que hubo unos 1.500 voluntarios en total, de los cuales, más de 200 son – todavía continúan su labor – de la compañía aérea. Ellos también son Spanair, forman parte de esta empresa. Y os puedo asegurar que están trabajando duro, y empleando horas en ayudar al máximo de una forma eficaz y sin pausa. Estos voluntarios también son la empresa (en toda su extensión). La empresa Spanair, no es el conjunto de directivos que forman la cúpula y que toman las decisiones, no, también lo son los voluntarios que atienden a las víctimas de la catástrofe, el equipo de técnicos que supuestamente no detectó la supuesta avería (digo supuestamente porque se me hace muy difícil de entender el hecho de que a un grupo de técnicos, supervisado por un responsable del equipo se le escape un dato de esta envergadura). Son Spanair también el comandante y resto de la tripulación que fallecieron en el mismo accidente (se me hace muy difícil comprender cómo un comandante de un avión de pasajeros es capaz de partir teniendo dudas de si el avión va a responder cuando 174 vidas dependen de ello, incluida la suya propia. ¿Por qué iba a hacerlo si dudaba?). También estoy seguro de que desde la torre de control hicieron su trabajo y no provocaron el accidente, a no ser que todos hubieran perdido el juicio, todos, lo cual no lo creo.

Pero nos empeñamos en buscar culpables como sea, y hacemos un flaco favor al turismo de nuestro país cargando las tintas y los bazocas (si los tuviésemos), contra una empresa (en toda su extensión) como Spanair, de la que nadie ha demostrado aún que cometiera un error, que está dando la cara y que se está empleando al máximo en intentar aplacar los efectos sicológicos de este enorme e incomprensible despropósito de la vida, si es que hay algo que se pueda aplacar.

Una empresa la forman todos los que viven el día a día y se esfuerzan por mantenerla y hacerla crecer, y no sólo los pocos que se reparten los beneficios, por cuyas mentes, sin entrar en valoraciones de otro tipo, no tengo ninguna duda de que no pasaba en ningún momento que algo así pudiera ocurrir, y que ponían todo su empeño y los medios a su alcance para evitar todo este desatino. No tengo, o me niego a tener duda alguna. Pero, aún así, tiramos piedras sobre nuestro propio tejado y vendemos, una vez más, una imagen contraproducente al atacar sin base a una parte de uno de los sectores motor de la economía, el Turismo.

Debemos dar un voto de confianza a esta compañía, a pesar de su expediente de regulación de empleo y su quizá posible quiebra, lo que la colocan en una situación ya, de por si, comprometida. Aunque razones de sobra habrá para que hayan llegado a esta situación económica. Nunca nos vamos a enterar, no obstante, de la verdad.

No debemos atacarles a diestro y siniestro, sin datos precisos, aún a sabiendas de que, una vez más volverán a engañarnos (no la empresa) con conclusiones ciertas sólo a medias, basadas en argumentos difíciles de comprobar.

Puede que, a la larga, se demuestre que la causa fue una negligencia de Spanair. Si esto es así deberá pagar la empresa, o quien la represente legalmente. Y así será, porque, si por casualidad la culpa no hubiera sido de la compañía aérea, va a dar lo mismo, pues será quien pague en cualquier caso; ya lo está haciendo. Pero mientras tanto, desde el sector turismo y desde los medios de comunicación deberíamos tener prudencia y no alimentar demasiado unas conclusiones inconclusas sobre una entidad que ya estaba herida y ha recibido la puntilla (¡qué casualidad!). Quizá haga falta imperiosamente un culpable, pero no debemos contentarnos con ello si no tenemos la seguridad de que es el verdadero culpable.

Mas, sobre todo, creo que…

…los únicos que tienen un derecho adquirido (¡en mala hora!) para exigir cuantas explicaciones consideren necesarias, a Spanair, al Gobierno o a quien se tercie son los familiares de los fallecidos, y son ellos los únicos que tienen el derecho adquirido (¡en mala hora!) de atacar a quien les plazca con argumentos o sin ellos, pues a muchos de ellos es lo único que les queda.

Nada claro, pues, hay en todo esto y, al respirar el ambiente notamos que algo huele a podrido, como aventuró el soldado Marcelo.