Un modelo de organización de eventos

Un modelo de organización de eventos

¿Os imagináis un viaje de incentivos, o la organización de una convención, por ejemplo, en Haiti?.

Hombre, no está de más cambiar de aires, a pesar de que muchos ya habrán pensado que la playa de la imagen nada tiene que envidiar a nuestras playas canarias, baleares, andaluzas,… Pero el ir a Haití, al Caribe, parece como que envuelve todo en una sensación de vivr una experiencia de aventuras inolvidables, cócteles en la playa, piratas y todo eso. Se pueden hacer mil cosas para hacer de ese evento una experiencia inolvidable que los invitados mentendrán en la memoria un tiempo con un gran sabor de boca, aunque quizá, salvo excepciones, tampoco les dejará una huella imborrable. «La cena de piratas fue espectacular» – dirán.

Para la empresa, efectivamente, habrá conseguido, al menos, potenciar su imagen, recibirá halagos y reconocimiento temporal, habrá cumplido con el protocolo establecido, publicará fotos, vídeos, etc, incluso en algún medio. Y toda esa promoción se irá diluyendo en el tiempo. Más aún si este viaje se queda en pura anécdota al no conseguir poner a la misma altura la gestión con los clientes internos y externos.

Venga, supongamos que todo sale perfecto, que los clientes, o la plantilla, o ambos, salen maravillados de la experiencia ofrecida por su empresa, por su socio, por su proveedor. Esto también puede ocurrir perfectamente, hasta el punto de asegurar, sin temor a equivocarse, que el evento fue todo un éxito de organización y de potenciación de la marca de la empresa y/o de imagen corporativa. En definitiva es un modelo más, en este caso, incluso, desarrollado con algo más de creatividad.

Pero no creáis que voy a quedarme aquí…..

La niña de la imagen se llama Venecia Lonis y es de Haití. Vi esta foto hace unos días ilustrando un artículo de Juan José Millás en el dominical de El País. El autor, en su artículo dice que ya es mala suerte llamrse Venecia Lonis y haber nacido en Haití. Que si te llamas Venecia Lonis y naces en Nueva York, Londres, París,… tienes media carrera asegurada como actriz, profesional de la comunicación, o deportista, entre muchas posibles profesiones. Pero llamarse Venecia Lonis en Haití es como quien oye llover. Por cierto, la sombra proyectada en la pared no es la de una marioneta, sino la de la propia niña, que la están pesando. A mi, particularmente me genera una rabia e indgnación contenidas, difíciles de explicar con palabras.

Existe otra forma de organizar un evento: «Evento solidario».

Si en lugar de turismo vacacional, grandes cenas de pratas, viajes en barco viendo los tiburones del Caribe y fiestas nocturnas en un resort desvinculado de la realidad de un país como este organizamos algo enfocado a la colaboración y participación de nuestros invitados, empleados o clientes o asociados, en programas solidarios de ayuda, trabaando mano a mano con alguna ONG, o por libre, creo que habremos conseguido más que con el típico viaje de incentivos, o evento de este tipo en dos sentidos:

– Para los asistentes quedará huella imborrable tras ver a niñas y niños como esta, pero al natural. La experiencia será irrepetible y nadie quedará indiferente durante un tiempo muy prolongado, si no toda su vida.

– Para la empresa. Echando a un lado el tono sentimental, incluso sensacionalista de este post, y centrándonos exclusivamente en el ámbito empresarial, la empresa logrará una potenciación de su imagen, dejando huella entre los asistentes, lo que, al fin y a la postre, reportará beneficios publicitarios y económicos. Esto es así y tampoco pasa nada. No pasa nada por sincerarse y llamar al pan, pan y al vino, vino.

Organización de eventos solidarios… ¿Qué os parece?

¿Somos como animales?

¿Somos como animales?


Sueños de la Razón en su Semanal de anotaciones, enlaza una fábula cuyo autor, originalmente, la enfoca como una crítica a la administración educativa. Yo intento darle una vuelta de tuerca y la extrapolo a una de las realidades empresariales, a una de las realidades hoteleras, sobre todo ahora, en tiempo de despidos.

La copio literalmente, pero bien podría cambiarse «escuela» por «empresa».

Una vez, los animales decidieron que tenían que hacer algo heroico para solucionar los problemas de un “nuevo mundo”, de modo que organizaron una escuela. Adaptaron un currículo de actividades consistente en correr, trepar, nadar y volar. Para facilitar la administración todos los animales cursaban todas las materias.

El pato era excelente en natación, mejor incluso que su instructor, y obtuvo muy buenas notas en vuelo, pero pobres en carrera. Con el objeto de mejorar en este aspecto tenía que quedarse a practicar después de clase, e incluso abandonó la natación. Esto duró hasta que se le lastimaron sus patas de palmípedo y se convirtió en un nadador mediano. Pero el promedio era aceptable en la escuela, de modo que nadie se preocupó, salvo el pato.
El conejo empezó a la cabeza de la clase de carrera; sin embargo tuvo un colapso nervioso como consecuencia del tiempo que debía dedicar a la práctica de la natación.
La ardilla trepaba muy bien hasta que comenzó a sentirse frustrada en la clase de vuelo en la que el maestro le hacía partir del suelo en lugar de permitirle bajar desde la copa del árbol. También sufrió muchos calambres como consecuencia del excesivo esfuerzo y le pusieron apenas un suficiente en trepar y un insuficiente en correr.
«El águila era una alumna problemática y fue severamente castigada. En la clase de trepar llegaba a la cima del árbol antes que todos los otros, pero insistía en hacerlo a su manera.
Al final del año, una anguila anormal, que nadaba muy bien, también corría, trepaba y nadaba un poco, tenía el promedio más alto de la escuela y le correspondió pronunciar el discurso de despedida.
Los perros de la pradera quedaron fuera de la escuela y cuestionaron por qué la administración no incluyó en el currículo las materias de cavar y construir madrigueras. Pusieron a sus cachorros a aprender con el tejón, y más tarde se unieron a marmotas y topos para inaugurar una escuela privada de gran éxito.»

La fábula da para diversas interpretaciones, pero yo me quedo con esta:

Una mala organización y un empeño en hacer las cosas con una sóla directriz, acaba con la motivación, la profesionalidad y el talento. Alguien tendría que contarnos algo más de los perros de la pradera, pero me temo que la historia termina ahí.